A estas alturas, hasta el más tonto sabe que la reforma educativa forma parte del ajuste presupuestario, pero entiendo que “esconde” algo más: el reequilibrio entre la formación universitaria y la formación profesional, haciendo que pierda peso la primera y gane importancia la segunda. ¿Quién inspira esta reforma? Alemania, como siempre. La Merckel está forzando a España para que haya un 70% de formación práctica y un 30% de formación teórica, justo lo contrario de lo que ocurre en nuestro país, donde hasta el más ceporro alardea de tener en su haber un master y dos licenciaturas. El problema está en que la patronal CEOE no tiene el menor interés en asumir el modelo alemán, donde los empresarios no sólo están obligados a acoger a los alumnos de FP en prácticas, sino que además tienen que pagarles un sueldito a fin de mes. A la patronal le “gusta” la reforma laboral por motivos demasiado obvios, pero no en lo tocante a la formación profesional, puesto que el nuevo modelo marcaría un antes y un después en sus balances.
El cambio supone un replanteamiento de los presupuestos de Educación ya que hasta ahora el grueso del coste de la enseñanza superior se repartía entre todos, mientras que en el futuro serán las familias de los estudiantes quienes costeen el sistema. El cabreo y el desconcierto es grande: los estudiantes no saben de dónde sacar el dinero y el gremio editorial ya está instando a Educación a que aclare el aplazamiento del centenar de titulaciones de FP que iban a comenzar a impartirse en septiembre. Los libros ya están listos en los almacenes y ahora no saben qué diablos hacer con ellos. De entrada, la implantación de nuevos módulos de 2000 horas de ciclos formativos medios y superiores se ha retrasado al curso 2014-2015, y también está en el aire el calendario de la reforma de Secundaria, a la espera de la entrada en vigor de la modificación de cuarto de ESO derivada de la Ley de Economía Sostenible. No, esto no es una reforma, sino una revolución educativa que me pilla con dos niñas a las puertas de la Universidad y un marido en paro. Como por desgracia los estudios que ellas quieren cursar no se imparten en Mallorca, tendremos que hacer virguerías en el aire para pagar los dos colegios mayores en Madrid, las dos carreras, las cuchufletas y la comida de cada semana. Por desgracia, no tenemos nada claro que, tras matarse varios años por conseguir sus respectivas licenciaturas, vayan a conseguir un trabajo decente. Afortunadamente hablan idiomas, y podrán buscarse la vida en algún país que no esté en bancarrota, que no se ría de nosotros cada cuatro años, que no cargue sobre las espaldas de los ciudadanos el peso de todo el dinero que les roba o ha robado. Un país con más fuste, más vergüenza y más solvencia, que no se ponga de rodillas cada vez que tose Alemania.
Y mientras medito todo esto, cabizbaja, suena a mis espaldas una canción de Melendi, una cuyo estribillo dice así: “Tú que eres tan guapa y tan lista, tú que te mereces, un príncipe o un dentista...”
Corro en busca de las páginas amarillas. No sé si empezar a buscar por la D o por la P.
